domingo, 30 de noviembre de 2014

Destrozados



Llevaba quince años presa, condenada por un crimen que no cometió. Las pruebas valieron más que sus palabras: las manchas de sangre en su camioneta, sus huellas en la casa, tener en su poder a Marisa la pequeña hija de Juliana la incriminaron.
No importó que ella declarara que esa noche del 13 de julio Pedro llegó ebrio insistiendo en hablar con Juliana. No importaban las denuncias que pesaban sobre él por violencia de género. Nada de eso importaba, ya que ni Pedro ni el arma utilizada fueron hallados por la policía. Además su condición la condenaba: "crimen pasional", así catalogaron los medios sensacionalistas su tragedia...
No importo que Marisa, de seis años, repitiera una y otra vez que la "tía Teresa" no había dañado a su mamá, que juntas se habían escondido en la habitación de Teresa jugando al "cuarto oscuro" hasta que su padre se fuera. No importo, porque la palabra de las niñas no vale para ciertos adultos.


Todos estos años una pena inmensa pesaba sobre su corazón, la pena de saber que Marisa estaba sola en el mundo y que ella no podría protegerla como le prometió a Juliana, mientras ésta agonizaba en sus brazos. 

Una forma encontró de sobrellevar la pena: ayudar a otras dentro de la cárcel.  
Antes de que su vida se destrozara, Teresa era una prometedora y talentosa diseñadora de ropa. Y por este camino empezó a purgar su dolor. Al principio  empezó solo diseñando ropa para sus compañeras y los familiares de estas, luego con el tiempo comenzó a enseñarles a sus compañeras de pabellón tanto a dibujar como a coser. Poco a poco lograron un micro emprendimiento que le permitía a las mujeres presas enviar dinero a sus familias y colaborar con la comunidad.
Con el paso de los años el trabajo de estas mujeres tomo relevancia, hasta llegar a imponer una marca de indumentaria. Por esta razón muchos medios de comunicaciones nacionales e internacionales querían entrevistar a estas mujeres,  aunque lo que más deseaban era hablar con Teresa, el alma de todo el proyecto.

Luego de mucho pensarlo, aceptó dar una entrevista y, como lo supuso, a los periodistas no les interesaba saber ni de la vida dentro de la prisión, ni del trabajo de las mujeres. Lo único que querían saber era por qué había matado a su amiga, por esta razón la mayoría de las entrevistas se desarrollaron como un interrogatorio con respuestas que no satisfacían a ninguna de las partes...
Hasta que llegó Alejo. 
Alejo Ferrero era uno de los mejores periodistas de investigación, y estaba realmente interesado en la historia de Teresa. Para él no era una noticia amarillista, había estudiado con detenimiento el caso y creía que ella no había matado a Juliana. Quizás por eso sus preguntas fueron diferentes a la de los otros periodistas, quizás por eso a él confeso que su crimen fue llevar a Pedro al río en lugar de la comisaría, ya que pensó que si Pedro si iba no volvería a dañar ni a Juliana, ni a Marisa. Y Pedro no volvió, esa era la realidad. Por eso ella estaba presa y desde ese 13 de julio sus vidas se habían destrozado, la suya, la de Juliana, la de Marisa...

Cuando volvió a estar sola en su celda recordó cuanto amaba a Juliana, recordó lo segura que siempre se sentía en sus ojos y lo bella que era la sonrisa de Marisa. Recordó cuanto odiaba a Pedro y cuanto había sufrido sin tener noticias de Marisa. Recordó aquella noche, recordó el miedo en los ojos de la niña, el dolor de su dulce Marisa...

Sonia vivía en Alemania desde que tenía ocho años, cuando había sido adoptada la familia Gietz.  Actualmente estudiaba piano en un conservatorio y todos quienes la oían tocar admitían que era una pianista extraordinaria. Gracias a su talento empezó a ser invitada a diferentes conciertos, a estudiar con los mejores maestros y a presentarse en los más distinguidos teatros y salones del mundo. Viajando por el mundo, conociendo personas y entregando su corazón sólo a la música, así transcurrían sus días. Y solo aquellos que lograban conocerla en profundidad descubrían el lamento que entre sus notas se escondía.
En uno de sus viajes llegó a Argentina, mientras cenaba en el hotel vio la entrevista de Alejo Ferrero a las presas que habían creado "MaJu", atentamente escucho el relato de Teresa, quién con cariño recordaba a la pequeña Marisa y sin tapujos mostraba las cicatrices de aquella fatídica noche. Al finalizar la nota, aún emocionada por el relato de la presidiaria, Sonia llamó a su representante.

Todas las internas se sorprendieron al enterarse que Sonia Gietz, la famosa pianista, tocaría en la cárcel de mujeres para ellas y sus familiares en un recital íntimo. Por deseo de la pianista su actuación no sería cubierta por la prensa. Fue una noche mágica en la cual Sonia les regalo su mejor interpretación. Dicen que la música es el idioma del alma y de la libertad, quizás por eso quienes escucharon la música que salía del piano de Sonia se sintieron libres de dolor. Quizás por eso Teresa no pudo evitar que la música le traspase el alma como un cuchillo y que las lágrimas brotasen de sus ojos; sus compañeras sorprendidas no lo podían creer, ya que en todos esos años no la habían visto llorar ni una vez. Al terminar su presentación le acercaron un vestido diseñado exclusivamente para ella. Sin dudarlo ni un segundo Sonia se ofreció a probárselo allí mismo. Por esta razón le pidió a Teresa que le ayudase a ponérselo, quién ni lo dudo y la acompañó.

Al verse solas, se abrazaron y en el silencio, con una mirada, se dijeron todo aquello que en quince años habían callado.
-Te pareces tanto a tu madre- dijo Teresa acariciando con suavidad la mejilla de Marisa, mordiéndose el labio inferior- te pareces tanto...
-¡Ay, tía! Cuánta falta me hiciste todos estos años...
-¿Cómo llegaste a mi?
-Por la entrevista de Ferrero- haciendo una pausa, le consultó- ¿puedo preguntarte algo de aquella noche?
Teresa no pudo evitar ponerse seria:
-¿Qué quieres saber corazón?
-¿Qué fue de él?
- No lo sé corazón, la última vez que lo vi fue en el río, creo que al final estaba arrepentido por lo que había hecho...
-Todos estos años temí que regresara por mi- interrumpió con voz temblorosa
- No corazón, yo le prometí a tu madre que te cuidaría..
-¿Pero qué paso? En mi mente todo es confuso, el viaje, el disparo que hice, el río...
- Corazón, el disparo fue solo eso. Por el golpe te desmayaste, él creyó que te había matado y tuvo miedo- sosteniendo la cabeza de Marisa con sus manos, de forma que ambas pudieran reflejarse en los ojos de la otra, tal como hacia cuando era pequeña, agregó- La última vez que lo vi estaba tembloroso y asustado. Yo sabía que por sus contactos él nunca iría a la cárcel, pero le arranque la promesa de que jamás te volvería molestar y ¿cumplió, no?
- Yo tenía tanto miedo...
-Lo sé, por eso convencí a tus abuelos de que lo mejor era que te adopten los Gietz- sonriendo tímidamente, le pregunto- ¿fuiste feliz con ellos?
-Si, muy feliz. Pero su sombra, su sombra siempre estaba allí
- Las sombras solo son eso, sombras. La luz puede con ellas, cariño mío. Si en todos estos años no apareció, ¿por qué volvería ahora? No, él solo es una sombra, un recuerdo de un mal sueño...

Aquella noche, en su celda Teresa sonrío satisfecha. Marisa era feliz y estaba a salvo. Había cumplido su promesa. Ahora podía descansar al fin.
Encendió el mp3 que Marisa le había obsequiado. Cerró los ojos y dejo que el piano de Sonia Gietz llevara paz a su alma, mientras sus recuerdos la transportaban a esa noche del 13 de julio...

Pedro irrumpió borracho en la casa que Teresa y Juliana compartían. Juliana trato de calmarlo, pero no entendía razones. Le gritaba que le pertenecía, que jamás permitiría que este con esa perra, con esa bruja. Teresa mientras tanto corrió a esconder a Marisa en su habitación, juagarían al cuarto oscuro, por eso debía guardar silencio y ni respirar si sentía que alguien entraba al cuarto. Marisa obediente se oculto dentro de un baúl lleno de peluches.
De repente la sala se lleno con los gritos de Juliana quién en vano trataba de frenar los golpes de Pedro. Teresa no soportó más y enfrento a Pedro, ella sabía golpear, con el tiempo había aprendido a defenderse. Entre las dos trataron de reducirlo, pero no pudieron. El desgraciado sacó un arma y disparo dos veces al vientre de Juliana. Teresa trato de quitarle el arma, pero durante el forcejeo Pedro la empujó haciendo que golpeara su frente contra el borde de la mesa.
Alertada por los disparos Marisa salió de su escondite, al ver a su madre herida y a su tía desmayada, Marisa tomó el arma que estaba en suelo y disparó contra Pedro. Erró el disparo, pero eso enfureció más al hombre quién le arranco el arma de las manos y arrojó a la niña contra su madre. Instintivamente y con las pocas fuerzas que le quedaban, Juliana cubrió con su cuerpo a Marisa recibiendo el impacto de otros dos proyectiles en su espalda. Herida y eufórica, Teresa tomo una silla y golpeo en la cabeza a Pedro dejándolo inconsciente. Luego temblorosa se acerco a Juliana quien lentamente se desangraba y entre lágrimas le rogaba que protegiera a su pequeña luz...
Ciega por su dolor Teresa trato de huir con Marisa en brazos, pero era tarde: Pedro se había recuperado y le apuntaba con su arma.
La obligó a subir a la camioneta y a conducir, en medio de los dos ubico a Marisa quien no paraba de temblar. Pedro indicaba derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda, izquierda, derecha, parecía que no sabía dónde ir. Mientras Pedro buscaba un cigarrillo para fumar, Marisa trató de quitarle el arma, y en el intento la misma se disparó, razón por la cual Pedro golpeó con fuerza a la niña dejándola inconsciente. Para Teresa esto era demasiado, por lo que aumentó la velocidad y giró sin previo aviso, haciendo que Pedro golpera su cabeza contra el cristal. Aprovechándose de la situación, lo inmovilizó con una soga.
"¿Qué haría con la niña?" "¿y con Pedro?" pensaba Teresa, hasta que se dio cuenta que no estaba lejos del uno de los brazos del Paraná.

No dudó más, encendió la camioneta y se encamino rumbo al paraje de los pescadores. Allí la recibió Mateo quién preocupado por la apariencia de ambas escuchó el plan de Teresa. Mateo les había enseñado a nadar a Juliana y a Teresa cuando niñas iban a pescar junto a sus padres. El viejo las quería como si fueran de su propia sangre. Por eso no dudó ni un instante, despertó a su esposa y le pidió que cuidara a Marisa y que preparara unas mudas de ropa para ambos.
Entre los dos subieron al inmovilizado Pedro a una canoa, la cual fue atada a  otra en la cual iban Teresa y Mateo. El viejo remaba y mientras Teresa no dejaba de apuntar con una escopeta de doble caño al bulto que formaba Pedro en la otra embarcación. Remaron hasta el amanecer, guiando las dos canoas a lo más profundo y secreto del río. Llegaron a esas islas que solo los viejos “isleros” y baqueanos más experimentados conocen, aquellas en las cuales la más absoluta naturaleza manda.

Obligaron a bajar a Pedro de la canoa, quién al intentar huir recibió un balazo en el hombro por parte de Teresa. El desgraciado no dejaba de maldecirlos, veía en los ojos de Teresa una llama de odio que él conocía muy bien, porque era la misma que ardía en su interior. 
Teresa comenzó a trabajar con cuidado, comenzó colgando cuatro sogas de dos árboles y luego con ellas ató las extremidades del pobre hombre que no dejaba de gritar. Con la ayuda de Mateo estaquearon a Pedro, quién parecía una mosca atrapada en una telaraña. Una asquerosa y repúgnate mosca rubia.
Entre bufidos, maldiciones y lamentos Pedro le suplicaba por su vida. Era tan repugnante verlo zarandeándose, que Teresa tenía ganas de vomitar. Pero eso no le impidió comenzar con su trabajo, lo primero que hizo fue encender una hoguera debajo de la mosca. Era una hoguera pequeña, que Pedro apago al orinarse de miedo. Teresa río con amargura, “nosotras las brujas no le tememos a las hogueras ¿qué pasa machito le temes al fuego o a esta mujer?” Riendose, junto con Mateo cortaron las sogas que le sostenían los brazos, como ambos cortaron las sogas a la vez, Pedro dio la cara contra la tierra. Estaba furioso, bufaba como toro en rodeo. Teresa se acerco a él:
- Suplícame que te suelte, suplícame como hacía Juliana- dijo sosteniéndole la cabeza con las manos- suplícame desgraciado- agrego dándole una patada en la cabeza
-Déjame perra, vos sos la cobarde. Si me soltaras sabrías lo que es bueno
-Como digas cielo- se acerco a la orilla del río y mientras se lavaba las manos, agrego- una pena que no hay palometas ¿no, Mateo?
-Una pena, pero no se preocupe niña. Hay otros bichos que se pueden ocupar del asunto.
- ¿Qué me van hacer hijos de puta?
- Yo que vos dejaría de insultar y empezaría a arrepentirme de mis pecados
- Crees que no me van a encontrar, soy el hijo de un juez. Imbécil
-Imbécil- dijo, suspiró y luego sonrió- El imbécil sos vos, pudiste ser un buen tipo. Parecías bueno, lástima que te duró hasta la luna de miel. Pero no, el imbécil mato a su esposa y a su hija…
- Marisa- las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos
- ¿No te acordás el sopapo que le diste?- dijo riendo con amargura Teresa
- Yo… yo no quería, fue un accidente- ahogándose en llanto- Jamás lastimaría a mi princesita.
- Te creo. Jamás lastimarás a tu princesita, de nuevo.- Al terminar de pronunciar estas palabras golpeo con el mango un hacha la cabeza de Pedro, matándolo en el acto.

- Buscá unas piedras Teresa- dijo Mateo
Teresa buscó la mayor cantidad posible de piedras, y las fue acomodando en bolsas arpilleras a las cuales cerró con una tanza. Mientras ella realizaba este trabajo, Mateo trozaba el cuerpo de Pedro. Primero separó las cuatro extremidades y las dividió en dos, luego corto la cabeza y por ultimo dividió el torso en partes. Luego ataron a cada trozo de Pedro una bolsa con piedras y las cargaron a una de las canoas. Remando se internaron un poco más en el Paraná, buscando los profundos pozos que se abren como abismos en el lecho del río. Así fueron tirando con cuidado y desparramados los restos de Pedro.

Sabía que el río guardaría su secreto. 
Lo sabía, porque desde niña el Paraná había sido el guardián y confidente de todos sus secretos…
Así había sido desde siempre y para siempre.
Terminó de oír tranquila la música de Marisa/Sonia, y se durmió en paz

4 comentarios:

  1. Es lo más sangriento que has escrito ...
    ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ME ENCANTA!!!!!!!!!!!!!
    Cuando quieras asesinamos juntas.



    Historia intrincada pero muy buena es horrible la violencia de genero.
    Besos amiga

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias!!! Si, la verdad es que es una historia sobre la violencia de género... y otros temas más :)

      Eliminar
  2. Linda historia Ruth!! un poco fuerte pero atrapante! FElicitaciones!! besos

    ResponderEliminar