Ayer te vi, por primera vez fuera de mis sueños. Es que
estoy segura de conocerte de mis sueños, dado que nunca en la tierra nos
habíamos cruzado.
Sin embargo te conozco, conozco tu sonrisa y la comisura de
tus labios, el brillo pícaro de tus ojos al descubrir como un niño el misterio
del mar. Me hechiza tu risa, que suena a campanas y esa forma franca de ser.
Guau! No sé de dónde te conozco, pero sé que te he visto… puedo descubrir en un
instante que te hace feliz, aquello que te sorprende…
No creo en otras vidas, supongo que porque no las recuerdo.
Pero a ti te conozco, aunque jamás te haya cruzado en mi vida…
No creo en el amor, esos cuentos no son para mí…
Así que sigo preguntándome de dónde te conozco y por qué me
hechiza tu sonrisa y me hipnotizan tus ojos color ámbar
Como debo darte un nombre, te llamarás Euclides…
No importa tu nombre real, para mi serás eternamente
Euclides… aunque en mi teléfono figure otro nombre, otra edad y otra realidad.
Euclides, esta historia muere aquí. Igual que las campanas
que anuncian a los vientos las noticias, este escrito anunciará que nos
reencontramos; pero al finalizar de leerlo ya nos habremos olvidado…
Cuántos Euclides hay en el mundo...
ResponderEliminar