martes, 14 de febrero de 2012

Un rostro más...

Es un rostro más, anónimo y fugaz. Pero al que el tiempo marcó con fuego y dolor.
Es un ser sin pasado, sin futuro, con un presente de abandono. Es de la calle, tan olvidado como presente, aunque no es un perro; eso poco importa, igual recibe las migajas de una sociedad apurada, que olvida o que no ve, porque no quiere o porque no puede.
Su nombre no lo sé, su edad mucho menos; puede ser la de mi padre o tal vez la de mi abuelo. Lo que sé es que sus ojos están cansados, sus piernas han recorrido muchas veces este desierto de cemento. Lo que sé es que no es fácil resignar los sueños, lo que sé es que la vida no fue sencilla...
¿Cuándo perdió la batalla? ¿o sigue luchando? Sé que aún sonríe, lo cual muestra que aún tiene esperanza...
Tiene una bella sonrisa, aunque puedo contar sus dientes con una mano. Pero es bella, porque nace de su corazón, la ofrece a quién le hable o le brinde un segundo de su tiempo, o algo para comer o beber...
¿De dónde es? De la cuidad, creo que nadie sabe dónde va o dónde viene, pero sé dónde lo puedo encontrar, bajo los portales de los edificios de mi barrio. Siempre cargando sus bártulos, siempre la misma bolsa, con los mismos objetos... ¿Trabaja? No sabría decir, viaja a una Iglesia seguido...
No es el único, la ciudad está llena de ellos. Pero no siempre se los ve. Creo que notamos su presencia cuando el frío acecha y la compasión se desata... ¿Pero en verano? Ellos siguen allí, con frío o calor, con sol o con lluvia...
Pero es un rostro más, pero tal vez mañana sea un rostro menos...
Al cerrar los ojos, ellos no desaparecen. Alguna vez se han construido muros para separar, para no ver... No hay muros de cemento en esta ciudad, pero si existen dentro de las mentes de sus habitantes... Cada vez que se juzga por su apariencia o poder adquisitivo, cada vez que se niega una sonrisa o un saludo, le quitamos existencia, se vuelve invisible aquello que no queremos ver...
Tal vez este hombre sea un rostro más; pero culpa de su sonrisa, para mi, no será un rostro menos...

lunes, 13 de febrero de 2012

¿Las nubes son al cielo lo que las olas al mar?

Soledad

La soledad era una compañía, era su compañía la mayor parte de sus días. No estaba sola en el mundo, había personas junto a las cuales transcurrían sus días, personas con la cuales compartía horas de trabajo y cumpleaños, con las cuales conversar y disfrutar del cine, el teatro, etc. Pero esas personas tenían vidas, amigos, parejas, hijos... No es que no tuviera amigos, a veces creía tenerlos... pero otras no. No es que las demás personas fueran el problema, o tal vez si, quién sabe. Sucedía que nada le parecía real, las palabras los gestos, los veía carentes de sentido, falsos, una simple ilusión para un ingenuo corazón...
La cuestión era que pasados los momentos ocasionales de alegría y compañía humana, todo quedaba en soledad. Las risas y las palabras de desvanecían en el aire, se evaporaban como gotas de agua dulce en un desierto... No había nadie que sonriera cuando llegará a casa, nadie que enviará flores o que abracé cuando el mudo se volvía un lugar oscuro...En esos momentos ella estaba a su lado: la soledad, su dulce compañía. En las noches de invierno y las de verano, ella dormía a su lado. extendiendo su mano podía acariciarla recostada en su cama.
Su presencia llenaba todo, pero nadie lo notaba.  Ella seguía sonriendo, siempre sonreía. En las bodas, en las fiestas, en los velorios, la soledad era su compañía. Nadie veía esa compañía a su lado, o a nadie parecía importarle; a ella no le importaba, o eso hacía creer a los demás. Su sonrisa encandilaba de una forma tal que nadie veía que sus ojos no brillaban, nadie notaba que la soledad la mataba...